Marco G.- El lugar resulta difÃcil de precisar; es más bien indeterminado porque no habÃa un tiempo ni un lugar concretos, simplemente sucedÃa. Ahà estaba yo, en la Matrix, como un espectro viviente.
De pronto, dejé de preguntarme cuando vi llegar, de la nada, algo que podrÃa describirse como un transporte o, más bien, como una especie de autobús muy viejo y despintado, como si ese toque antiguo le diera notoriedad.Dentro del vehÃculo no habÃa asientos convencionales. En su lugar, habÃa dos mujeres. Una de ellas manejaba el transporte; suponÃa que estaba sentada frente a unas grandes ventanas y en sus manos tenÃa algo parecido a un volante de coche, solo que más grande.
Sin embargo, ya no me fijé en lo vintage del vehÃculo porque se detuvo frente a mÃ, emitiendo un silbido similar al de una válvula de gas abierta, seguido de otro sonido más extraño cuando se abrieron de par en par dos puertas parecidas a las de un elevador.
En esos instantes, curiosamente, esa mujer no me miraba complaciente, sino que parecÃa molesta de estar ahÃ, no conmigo, me di cuenta, pero aún asà la escuché decir en voz alta que no deberÃan haberse detenido, todo mientras movÃa la cabeza haciendo unas muecas de desagrado.
Para ese momento, yo no sabÃa qué pasaba con aquella pasajera, evidentemente molesta, pero luego vi que detrás de ella estaba otra mujer, muy diferente a la primera, rubia, sonriéndome y, curiosamente, de pie.
Yo continuaba observando intrigado el interior del vehÃculo, principalmente porque estaba iluminado con unas luces muy blancas que no parecÃan simplemente encendidas, sino más bien emitiendo resplandores muy fuertes que, increÃblemente, no molestaban la vista. Todo se veÃa tan agradable dentro, tan moderno, casi futurista, podrÃa asegurar.
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neblina blanca |
Nuevamente escuché otro ruido y lentamente, en el centro del transporte, bajaba una especie de escalera de aluminio acompañada de una neblina blanca.
Sorpresivamente, apareció un hombre que me saludó como si me conociera. Estaba parado dentro de la escalera y alcancé a escuchar que me decÃa que me cuidara del virus, que ya no iba a regresar... que era un extraterrestre.
—¿Usted es un extraterrestre? —le pregunté asombrado y, cuando estaba a punto de responderme, una voz gritó interrumpiéndonos:
—¡Es suficiente! —afirmó la mujer que no parecÃa estar nada contenta de estar ahÃ, tanto que con voz urgente me pidió que me apartara porque era todo para mÃ, que no podÃa subir con ellos y que no estaba invitado al viaje.Pensé en preguntarle qué significaba "mucho", pero me distraje cuando la segunda mujer subió la escalera y tomó la mano del hombre del elevador; acto seguido, ambos voltearon y dijeron adiós, agitando levemente sus manos, como cuando te despides con nostalgia.
—Has visto mucho —me dijo mientras tocaba una pantalla de tablet.
Ya no seguà mirando al interior porque las puertas se cerraron tan rápido que solo pude ver cómo se alejaban volando y elevándose hasta hacerse un punto.
¿Volverán por mÃ?, me preguntaba mientras lentamente me sentaba en una solitaria banca en medio de la noche.Repentinamente todo se oscureció, ya no vi nada a mi alrededor, hasta que aparecà despertándome en otra mañana más.
¿Acaso fue un sueño o una realidad? Yo no lo sé, después de todo, no serÃa la primera vez que puedo escaparme de la Matrix.